Beato Manuel Formigo Giráldez

Su fiesta se celebra el 8 de noviembre.

Patrono del Secretariado de Animación Vocacional de la Provincia Agustiniana de Nuestra Señora de la Consolación de Brasil, el Beato Manuel Formigo Giráldez, nació en Pazos Hermos (Orense), España, el 13 de noviembre de 1894. Ingresó en la Orden de San Agustín en 1908, en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y, en 1925, fue ordenado sacerdote. Tenía espíritu misionero, era entusiasta, jovial y espontáneo.

En 1929 vino a trabajar a Brasil como misionero, en la Parroquia de Santa Teresinha do Menino Jesús, en Parapeúna – Diócesis de Valença (RJ). Debido a su frágil salud, permaneció en Brasil por un corto período. De regreso a España, fue trasladado a Málaga donde se dedicó a las clases de primaria, ayudando en parroquias y predicando en varias ciudades de la región.

El 15 de agosto de 1936, durante la Guerra Civil Española, tras celebrar misa en el sanatorio de Gálvez, salió a repartir la comunión cuando fue abordado y asesinado a pocos metros del convento de agustinos donde vivía. Tenía 42 años.

La ceremonia de beatificación fue presidida por el Cardenal José Saraiva Martins, CMF, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, con la bendición del Papa Benedicto XVI, el 28 de octubre de 2007.

ORACIÓN

Oh Dios, enviaste a tu Hijo para que muriendo y resucitando nos diera su Espíritu de amor. Nuestro hermano Beato Frey Manoel Formigo mantuvo su adhesión a Jesucristo de manera tan radical y completa que le permitiste derramar su sangre por Él. Danos la gracia y el gozo de la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por tu intercesión y por María, Reina de los Mártires, a ser siempre artífices de la reconciliación en la sociedad y a promover una vida de comunión entre los miembros de tu Iglesia; Enséñanos a comprometernos en la nueva evangelización, especialmente de los jóvenes, haciendo de nuestras vidas testimonios eficaces de amor a Ti y a nuestros hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y verdadero, que vive y reina por los siglos, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.