Los primeros misioneros agustinos llegaron a Japón en 1602. Entre 1617 y 1637, cientos de agustinos y agustinos recoletos –entre ellos religiosos, terciarios y cinchados– sufrieron persecución religiosa. Entre ellos, el primer grupo beatificado en 1867 por el Beato Pío IX, compuesto por los siguientes mártires: el padre Fernando de São José, el ceñido André Yoshida, fallecido en 1617; el padre Pedro de Zúñiga, en 1622; el hermano João Shozaburo, los oblatos Miguel Kiuchi Tayemon, Pedro Kuhieye y Tomás Terai Kahioye, y los terciarios Mâncio Seizayemon y Lourenço Hachizo, martirizados en 1630; y, finalmente, a los sacerdotes Bartolomeu Gutiérrez, Vicente de Santo Antônio y Francisco de Jesús, en 1632. Además de quienes, también celebramos a los sacerdotes recoletos Martinho de São Nicolau y Melquior de Santo Agostinho, también martirizados en 1632, y luego beatificados. , el 23 de abril de 1989, por San Juan Pablo II.
La memoria de estos mártires revela la universalidad de la vida agustiniana (representan, en efecto, cuatro naciones, a saber, Japón, México, España y Portugal), manifestando el testimonio común de la fe de sacerdotes, hermanos no clericales y laicos agustinos, y la misma herencia compartida por las familias agustinas.
Oración
Dios Padre de bondad, que concediste a los bienaventurados mártires del Japón la gracia de sentir, a través del vínculo de la religión, una familia, al servicio del Evangelio, más unida y más íntima que la de la sangre; concédenos, por tu intercesión, tener siempre una sola alma y un solo corazón dirigidos a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.