El título de Nuestra Señora de la Consolación y Correia es una de las advocaciones marianas de la Orden de San Agustín. Devoción que surgió a partir de una narración de San Juan Damasceno, en el siglo IV, quien dice que, según una piadosa tradición, cuando la Madre de Jesús hizo el tránsito de esta Tierra a la Casa del Padre, pasó por un proceso de dormir y Así fue llevada al cielo. Estuvieron presentes los once apóstoles, excepto Santo Tomás, que no creía que aquello hubiera ocurrido. En otra ocasión regresaron al mismo lugar donde Nuestra Señora fue elevada al cielo y allí encontraron una correa que era el símbolo de los nazarenos. La tradición también dice que Nuestra Señora se apareció a Santa Mónica, madre de San Agustín, vestida de negro y presentando un cinturón en sus manos con la imagen del niño Jesús y le dijo: tu hijo se convertirá. En honor a la Pasión de mi hijo, sus compañeros vestirán un traje negro y un cinturón en mi honor. De ahí nació la devoción a Nuestra Señora de la Consolación y Correia, que es uno de los títulos de la Orden Agustiniana. Santa Mónica oró durante 32 incansables años por la conversión de San Agustín y fue una figura importante en la devoción al cinturón de María.
La Orden de San Agustín difundió esta devoción por todo el mundo. El consuelo recuerda la alegría de santa Mónica por la conversión de su hijo san Agustín, y reaviva en nuestros corazones la esperanza de que María nunca dejará de velar por nosotros y por nuestros seres queridos.
Oración
Apelamos a tu Protección, Santa Madre de Dios, a quien te invocamos como Nuestra Señora de la Consolación y Correia. No desprecies nuestras súplicas en nuestras necesidades, sino protégenos y líbranos siempre de todo peligro. Virgen Gloriosa y Bendita, Madre de la Divina Gracia y Buen Consejo, Nuestra Señora del Socorro. Porque nunca se ha oído que una hija o un hijo Tuyo haya recurrido a Ti sin obtener de Ti ayuda y apoyo. Muéstranos a Jesús, tu Hijo, Consolador de los afligidos, Príncipe de paz y Consejero admirable, Gracia benéfica, buen Pastor y Profeta de esperanza. A Ti consagramos nuestra Provincia, con todas sus obras y actividades. Ayúdanos a seguir a tu Hijo, Camino, Verdad y Vida. Anímanos a ser siempre Servidores del Evangelio y del Reino de Dios. Haz que nunca olvidemos a los pobres, a los enfermos y a los abandonados. Concédenos cuidar con cariño nuestra Casa común y defender siempre la vida. Favorecenos con tu intercesión en todas nuestras necesidades, especialmente en las vocaciones agustinas. Intercede por nosotros hoy y siempre y, en la hora de nuestra muerte, acompáñanos en el Buen Camino, hacia la feliz Gloria del cielo.
¡Nuestra Señora de la Consolación y Correia! Ruega por nosotros.